Cómo hablar del suicidio para prevenirlo y acabar con el estigma

Verónica Fuentes/Sinc El pasado febrero, Japón nombró a su primer ministro de la soledad después de que la tasa de suicidios del país aumentara durante la pandemia por primera vez en 11 años. “Espero realizar actividades para prevenir la soledad social y el aislamiento y proteger los lazos entre las personas”, afirmó Tetsushi Sakamoto en la rueda de prensa de presentación.

Expertos de todo el mundo creían razonable pensar que el aislamiento, la incertidumbre, las dificultades económicas o el estrés podrían desembocar en un ascenso de actos letales y elevar la cifra de fallecimientos producidos por la pandemia. Tras un año de elucubraciones, el primer estudio internacional con datos recogidos en 21 países desarrollados no registra un incremento en las tasas de suicidio durante los primeros meses de la pandemia.

“El aumento autoinformado de los niveles de ansiedad, depresión y pensamientos suicidas no parece haberse traducido en más fallecimientos, al menos en los países que formaron parte del estudio”, explica a SINC Susana Al-Halabí, del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. Las cifras que se tienen hasta ahora no son definitivas, por lo que “hay que estar atentos a posibles cambios en los próximos meses o en otros países en vías de desarrollo”.

A finales de 2020, el Instituto Nacional de Estadística (INE) avanzó los datos temporales de defunciones de los primeros cinco meses de ese año. El suicidio se mantiene como la primera causa de muerte externa, aunque se registraron un 8,8 % menos que en el mismo periodo del año anterior. Los números oficiales se conocerán en 2022.

“En cuanto al incremento o no del suicidio consumado durante la pandemia, vamos recibiendo información con cuentagotas de diferentes entidades públicas y privadas que no es muy halagüeña. Las autolesiones, ideación suicida, etc. sí parecen haber aumentado”, afirma Pedro Martín-Barrajón Morán, responsable de la Red Nacional de Psicólogos para la Prevención del Suicidio.

Un problema anterior a la pandemia

Independientemente de las cifras actuales, los datos eran preocupantes en todo el mundo antes de la llegada de la covid-19. Un estudio publicado en agosto en la revista Injury Prevention muestra cómo el número global de muertes por esta causa ha aumentado en casi 20.000 en los últimos 30 años (de 1990 a 2019), incluso cuando las tasas por edad habían disminuido considerablemente durante este periodo.

“A pesar de ser el causante de casi 800.000 muertes al año, estas conductas no han recibido el nivel de atención que se presta a otros problemas de salud pública global, como el VIH y el cáncer”, explicaban sus autores, de la Universidad de Hong Kong (China).

El último informe sobre conductas suicidas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela que en 2019 se suicidaron más de 700.000 personas, lo que implica que una de cada 100 muertes fue debida a esta causa. Los fallecimientos asociados superaron en cifras al sida, paludismo o cáncer de mama.

Según su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, “cada muerte es una tragedia. Prestar atención al suicidio es incluso más importante ahora, después de muchos meses inmersos en la pandemia y cuando muchos de los factores de riesgo —pérdida de empleo, apuros económicos y aislamiento social— siguen estando muy presentes”.

En nuestro país, una nueva Estrategia de Salud Mental para los años 2021-2026 está más cerca que nunca. Parece que el nuevo plan del Ministerio de Sanidad saldrá este otoño e incluirá, entre sus líneas principales, la prevención, detección precoz y la atención al suicido, que causa la muerte en torno a 10 personas diariamente en España, una cifra que se ha tildado de infrarrepresentada en muchas ocasiones.

En un estudio publicado en 2014 por especialistas del Hospital Universitario Virgen del Rocío en Sevilla, ya se estimaba un ‘descuadre’ de las cifras de muerte por suicidio del INE con los recogidos por los 33 Institutos de Medicina Legal en España, en cerca de 450 casos infradetectados.

“La guardia civil estima que al menos un 5 % de las muertes en accidentes de tráfico son suicidios, pero no computan como tal. Y la propia OMS advierte que alrededor del 10-30 % de las muertes no se registran, ya que solo 60 de los países miembros cuentan con datos civiles fiables”, apunta Martín-Barrajón Morán.

Dar voz a un problema silenciado

Pese a la magnitud de estas cifras y a su enorme transcendencia en términos de salud pública, el suicidio sigue siendo un tema tabú del que apenas se habla. No obstante, desde hace años se considera imprescindible la visibilización de esta realidad.

“Durante mucho tiempo se ha mantenido la idea de que hablar del suicidio induce al suicidio, el llamado efecto contagio o efecto Wherther. Hoy la postura científica internacional es firme y tajante: hay que dialogar sobre ello, lo importante es cómo hacerlo para no aumentar el número de casos e incluso prevenirlo. Los medios pueden ayudar en la instauración de conductas de afrontamiento adecuadas y desmitificar este problema, lo que se llama el efecto Papageno”, añade Martín-Barrajón Morán.

“Si se desconoce la magnitud de este problema seguirá tratándose como algo menor, sin invertir recursos al no considerarlo un problema de salud pública prioritario”, continúa. “Es importante saber que para tener un comportamiento suicida, no hace falta tener una enfermedad mental. La falta de información y visibilidad invita a creer que es algo anecdótico, exótico incluso. Y no, cualquiera puede verse desbordado en un momento puntual y decidir acabar con su vida voluntariamente”.

Por ello, hablar sobre suicidio adecuadamente puede ofrecer un recurso de ayuda a alguien que esté pasando por un momento duro, reducir la sensación de impotencia, soledad y aislamiento, y proporcionar la oportunidad de que se arrepienta de su propósito.

“Una comunicación apropiada permite saber que las crisis de suicidio son pasajeras, así como incluir historias de esperanza y recuperación, recursos de ayuda o señales de alarma que ayuden a identificar a aquellos individuos que puedan encontrarse en esta situación”, comenta Al-Halabí.

Tratar bien el suicidio para prevenirlo

En consonancia con las recomendaciones establecidas por la OMS en 2019 —una actualización de un documento previo del 2000—, este año la Confederación Salud Mental España ha apelado a los medios a tratar el tema del suicidio de forma responsable y rigurosa como aliados a la hora de concienciar, sensibilizar y acabar con el estigma.

Sus expertos reivindican la necesidad de hablar sobre ello como herramienta para hacerle frente, pero de manera responsable y sin caer en sensacionalismos, y siempre acudiendo a fuentes fiables. Las claves son evitar describir y dar detalles sobre el método empleado, así como la publicación de fotografías o notas suicidas, y aportar recursos de ayuda, como líneas telefónicas o servicios sanitarios. Y no simplificar, presentar el suicidio como un fenómeno complejo y multicausal.

“Muchos de los artículos que tratan sobre el suicidio no cumplen la mayoría de los criterios establecidos por la OMS. Ni siquiera el más básico, no decir la metodología suicida o no dar explicaciones simplistas que justifican la conducta”, indica Javier Jiménez, presidente honorario de la Asociación de Investigación y Prevención del Suicidio (RedAIPIS) y psicólogo del Cuerpo Nacional de Policía. “El intento de suicidio es una manifestación del sufrimiento y la desesperación que siente la persona”.

Lo mismo pretende el Ministerio de Sanidad, que en 2020 publicó un decálogo de recomendaciones para los y las profesionales de los medios que informen sobre suicidio. En el texto se exponen orientaciones y ejemplos de lo que debe y no debe hacerse a la hora de informar sobre esta problemática: “Es imprescindible la implicación y colaboración directa de los medios de comunicación. Debemos dotarnos de nuevas reglas para el tratamiento informativo que hagan llegar a la población la información adecuada sobre los recursos disponibles y ayuden a cumplir los objetivos de prevención. El silencio informativo no es una opción. El sensacionalismo, tampoco”.

Igualmente, un estudio recientemente publicado en la revista The Lancet Psychiatry indica que las noticias que informan sobre el comportamiento suicida pueden tener una influencia considerable en esta conducta y las autolesiones en la población en general; y pone de relieve la importancia de que los medios informen correctamente a la hora de hablar de suicidio para evitar el efecto de imitación.

Qué hacer para prevenir las conductas suicidas

“El suicidio es prevenible. Hay que decirlo alto y claro. De hecho, nos enfrentamos a un problema que solo puede ser abordado desde la prevención”, subraya Al-Halabí. “Pero no se trataría de reparar supuestos problemas psicológicos, sino de dotar a las personas de recursos que mejoren su acceso a los servicios sanitarios en situaciones de crisis, reducir los factores de riesgo y potenciar los de protección”.

Algunos ejemplos de intervenciones universales incluyen campañas de concienciación y programas educativos, limitar el acceso de la población a materiales y lugares potencialmente letales, formar a los medios de comunicación para que ofrezcan información responsable y regular leyes para abordar las crisis económicas. Otras estrategias son facilitar el acceso a los servicios de salud mental y a los tratamientos psicológicos basados en la evidencia científica en las personas de alto riesgo.

“La formación especializada es prioritaria igualmente”, puntualiza Javier Jiménez. “Y resulta que en ninguna facultad de Psicología en España hay una asignatura en la que te enseñen a detectar o intervenir sobre una persona que tiene ideación o intento de suicidio”.

“Estamos fallando en la detección de señales de riesgo y en las evaluaciones que llevan a cabo los profesionales de varios ámbitos profesionales (sanitario, educativo, social, seguridad y emergencias), pero también la población general en advertir el riesgo de un familiar y detectar las señales de peligro”, detalla Martín-Barrajón Morán.

“Además, en nuestro sistema nacional de salud no contamos con una infraestructura que satisfaga esta gran necesidad. Tenemos una ratio de psicólogos tres veces inferior al de la media europea, 6 psicólogos por cada 100.000 habitantes, por lo que las listas de espera son interminables y la calidad de la atención es deplorable”, insiste. “Muchos médicos de atención primaria se ven abocados a tratar (o cronificar y generar dependencia) a los pacientes con problemas de ansiedad y depresión”.

Jiménez detalla cómo España es uno de los países de Europa en los que más ha crecido el consumo de psicofármacos. “Sin embargo, no hay relación entre su dispensación y una disminución de conductas suicidas. Esto es así porque los psicofármacos por sí solos no te quitan el dolor emocional”.

“El suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos. Y cualquier esfuerzo habrá valido la pena si llegamos a tiempo en un solo caso”, concluye Martín-Barrajón Morán.

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