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 Nueces, almendras y avellanas, consumidos en el contexto de la dieta mediterránea, ayudan a la nutrición sin aportar un exceso de peso y contribuyen a prevenir las enfermedades cardiovasculares. Primero lo señaló el estudio Predimed, dirigido por investigadores españoles, y ahora lo ratifica la revista The New England Journal of Medicine,  que acaba de publicar un nuevo trabajo al respecto.

Según sus resultados, basados en el  seguimiento a 76.464 mujeres y 42.498 hombres, el consumo de estos productos muestra una relación inversa y dependiente de la dosis con la mortalidad. Quienes tomaban frutos secos siete o más veces a la semana tenían unas tasas de mortalidad un 20% más bajas que quienes no solían consumir este tipo de productos.

En cuanto a las razones de porqué estos frutos no engordan si se comen de manera moderada, la principal es su poder saciante al ser ricos en grasa y proteína. Además, mientras que la energía de un aceite líquido se asimila en su totalidad, el que aporta un fruto seco masticable y con fibra hace que entre el 10 y 20% de grasa nunca llegue a nuestra sangre. Por lo tanto, entre los porcentajes que se muestran en la tabla de composición de los alimentos y lo que de ello se asimila hay una diferencia negativa.

Aunque todavía no está probado científicamente, también se apunta entre los investigadores en esta materia a que la composición de los frutos secos podría aumentar el metabolismo basal.

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Las nueces son el fruto seco que mejor se complementa con la dieta mediterránea al ser rico en ácidos poliinsaturados u omega 3, mientras que en una dieta anglosajona, que utiliza el aceite de maíz, son más recomendable los pistachos, almendras y avellanas, con ácidos moninsaturados, una grasa similar a la del aceite de oliva.

En los últimos veinte años, tras diferentes estudios, como los precursores de la Universidad de Loma Linda, se ha ratificado que comer regularmente frutos secos (30 gramos diarios es la cantidad recomendada) disminuye en un 50 por ciento el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o de morir de una cardiopatía isquémica.

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