SINC La sociedad cada vez se preocupa más por lo que come y eso se traduce en un mayor interés por las recomendaciones nutricionales. Sin embargo, muchos se quejan de las discrepancias de algunos de esos consejos con el tiempo, lo que mina la confianza de la ciudadanía en las afirmaciones de los científicos.
Uno de los últimos casos es el de la carne roja. En octubre de 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado sobre que las carnes procesadas aumentaban el riesgo de cáncer y sembró el pánico. Días más tarde tuvo que matizar esta afirmación.
Por un lado, confirmó la recomendación de 2002 de consumir de forma moderada carne en conserva para reducir el riesgo de cáncer, aunque puntualizaba que no estaba pidiendo a la gente dejar de comer carnes procesadas, sino que reducir su consumo podía disminuir el riesgo de cáncer colorrectal.
Ahora, la polémica se ha avivado tras la publicación esta semana de un macroestudio –formado por cinco artículos de revisión– en la revista Annals of Internal Medicine. El artículo indica que no hay necesidad de rebajar la ingesta de carne roja y procesada, es decir, que el aviso para reducir su consumo podría no estar justificado dados los datos disponibles.
Según su interpretación, la evidencia científica sobre los riesgos para la salud del consumo de carnes rojas y procesadas es insuficiente y de mala calidad. Las reacciones de muchos expertos han sido inmediatas, y coinciden en denunciar la incongruencia de estos resultados.
Para Nita Forouhi, de la Unidad de Epidemiología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), “los autores confirmaron la relación entre un menor consumo de carne roja o procesada y un menor riesgo en muchos parámetros de salud, sin embargo, su conclusión es que esta reducción no influye. Es sorprendente. La investigación debe continuar, pero por el momento no hay razón para negar las normas actuales”.
“Este grupo de investigadores ha concluido que la evidencia no justifica hacer recomendaciones dietéticas. No puedo estar de acuerdo con esta interpretación”, declara por su parte Susan Jebb, profesora de Salud Pública de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Los epidemiólogos, indignados
En la línea de los expertos internacionales, el Grupo de Trabajo de Nutrición de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) ha analizado este informe y ha pedido a la población confiar en el papel preventivo de la nutrición frente a las enfermedades.
“Incluyen tres metaanálisis y dos revisiones narrativas que no aportan ningún dato que no ya fuese conocido”, han declarado en un comunicado de prensa hecho público hoy. “Las recomendaciones de seguir un patrón dietético saludable como la dieta mediterránea, con un consumo reducido de carnes rojas y procesadas, siguen plenamente vigentes”.
Maira Bes-Rastrollo, que forma parte de este grupo, explica a SINC que la metodología del estudio es correcta y los resultados son consistentes con los hallazgos previos, no son nuevos. “En sus propias revisiones se observa que la reducción de la ingesta se asocia a menor mortalidad por todas las causas, tanto por enfermedad cardiovascular como por cáncer, y con menor incidencia de diabetes, como se ha venido repitiendo una y otra vez por todos los especialistas en la materia”.
“Es una irresponsabilidad desde el punto de vista de salud pública la conclusión a la que llegan los autores, contradiciendo la evidencia de sus propios resultados, y de la revista científica por publicarlo”, añade.
Así, los epidemiólogos han querido transmitir los múltiples errores que afectan a las conclusiones. Por un lado, la unidad de exposición que han escogido los autores es pequeña (disminución de tres raciones de carne roja a la semana). Si se estudiara el efecto de reducir una ración al día, el beneficio sería grande.
Además, para valorar la calidad de los estudios se han basado en los criterios GRADE, desarrollados para evaluar la evidencia de ensayos con fármacos, no para la dieta o el estilo de vida. “Los criterios que deberían haber usado serían las normas HEALM, desarrollados por el Ministerio de Agricultura estadounidense o del Fondo Mundial para la investigación del cáncer”, sostienen los expertos españoles.
Otras cuestiones que resalta el Grupo de Trabajo de Nutrición de la SEE es que estas nuevas recomendaciones no están basadas en un consenso, ya que tres miembros del propio panel votaron en contra. “Y de los 14 miembros, solo dos de ellos se consideran científicos nutricionales. La mayoría son metodólogos, que no tienen especial experiencia en estudios de nutrición”, subrayan.
“Es muy grave que sus guías y recomendaciones violen el principio ético de ‘primero no hacer daño’. En la práctica clínica, sería irresponsable decirle a un paciente que consume dos raciones diarias de carnes rojas o procesadas que siguiera así”, valoran. “Lo razonable sería que impulsasen a realizar más investigaciones sobre el tema”.
Cuatro aspectos que el artículo no ha tenido en cuenta
Tras la valoración del nuevo estudio publicado en Annals of Internal Medicine, los expertos de la SEE son firmes al indicar los numerosos puntos débiles del artículo.
“Los autores deberían haber considerado los trabajos sobre los mecanismos biológicos de la carne roja y procesada sobre la salud, de su efecto nocivo sobre los factores de riesgo cardiovascular y, sobre todo, los numerosos análisis epidemiológicos que muestran que el consumo excesivo aumenta el riesgo de obesidad, de muchas enfermedades crónicas y de mortalidad total”, indican.
Además, los expertos españoles creen que se debería haber adoptado una perspectiva de salud pública. “A partir de sus propios datos se estima que con solo reducir en tres las raciones de carnes procesadas a la semana se evitarían al menos 5.500 muertes anuales en la población española de 40-80 años”, afirman. “Por tanto, el beneficio de reducir su consumo es enorme (el doble que evitar todas las muertes por accidente de tráfico)”.
Tampoco se ha tenido en cuenta en este trabajo la salud del planeta. “Una semana después de la cumbre del clima en Nueva York, no puede olvidarse el enorme impacto negativo de la producción de carne, especialmente roja, sobre el medioambiente”, insisten. “Reducir este consumo mejorará nuestra salud y la sostenibilidad de nuestro planeta”.
Por último, dejan claro que la salud de la población depende sobre todo de la calidad global de su dieta y no solo de unos pocos alimentos. Por ello, defienden los beneficios de la dieta mediterránea, demostrados en infinidad de estudios.
“Nuestra dieta tradicional es una forma saludable y culturalmente arraigada de comer, donde predominan las frutas y verduras, los cereales integrales, y las fuentes saludables de proteínas, pero donde las carnes rojas y procesadas se consumen solo esporádicamente y en pequeñas cantidades”, insisten.
Evidencias en contra
El arsenal científico frente a estas nuevas recomendaciones es extenso. El mayor ensayo europeo aleatorizado en nutrición, el estudio PREDIMED, demuestra que disminuir el consumo de carnes rojas y procesadas reduce sustancialmente los casos graves de enfermedad cardiovascular, así como la enfermedad arterial periférica, fibrilación auricular, cáncer de mama o diabetes.
Por otro lado, el macroestudio europeo EPIC, que incluyó en su análisis 448.568 mujeres y hombres, estima que el 3,3 % de las muertes que ocurren en Europa se prevendrían si el consumo de carnes procesadas se redujese a menos de 20 g/día.
Específicamente en España, el Proyecto SUN, con más de 18.000 participantes, encontró que por cada ración más de carne roja al día la mortalidad por todas las causas en participantes mayores de 45 años aumentaba casi en un 50 %, y también que las mujeres que consumían más carnes rojas o procesadas antes del embarazo duplicaban su riesgo de desarrollar diabetes gestacional.
“Todo invita a pensar que el objetivo de la revista es producir mucho ruido mediático para que aumente la controversia sobre el tema y, consecuentemente, las citas a su medio. No obstante, una cuestión es publicar resultados que desafíen el paradigma actual del conocimiento, y otro publicar guías que dañen la salud pública”, afirman desde la SEE.
Los expertos españoles subrayan que la prioridad debe ser siempre la salud de la población: “Estas ‘nuevas’ recomendaciones causan un gran daño a la salud pública aumentando la confusión de los consumidores y haciendo perder la credibilidad de los científicos que mejor han trabajado en la ciencia de la nutrición”, concluye a SINC Bes-Rastrollo.